COMER, UN PLACER OLVIDADO

                Noelia Paz Fernández

   El  gusto es quizás el sentido más íntimo de todos, demasiado físico, demasiado particular y personal. El comer y el beber atesoran un valor simbólico y estético en la vida de las personas; sin embargo, el comer es, en la mayor parte de las ocasiones, un placer olvidado: se ha convertido en una acción por necesidad y hemos dejado atrás los principios básicos de los alimentos, alimentarse y disfrutar de ellos.

   Podríamos establecer una relación estrecha entre la comida y las emociones ya que hoy en día nos refugiamos en ella cuando algo no va bien: ya sea por exceso (glotonería) o por defecto (dietas cuyo concepto es pasar hambre, enfermedades asociadas a la comida - anorexia, bulimia). Pero por otra parte, en cierto modo las celebraciones usuales de nuestra vida se encarnan con banquetes, cenas, comidas 8por ejemplo en algunas culturas orientales los alimentos forman parte de un ritual especial en el que se debe ser consciente de todo el proceso de transformación de los alimentos.
  Quizás esta desestimación o marginación del gusto en beneficio de los sentidos “superiores” (los prodigios de la vista o de las armonías que el oído capta) viene ya de muy atrás en la historia. Los filósofos griegos incluían el gusto en un lugar muy bajo en su “jerarquía de los sentidos” por razones intelectuales: es un sentido meramente físico, que percibe sensaciones por puro placer; para estos pensadores las percepciones, actividades, que solo aprovechaban los placeres de la vida estaban menospreciadas por no contribuir en su totalidad a la formación intelectual y no hacer crecer la inteligencia, que según ellos, este olvido de los placeres es lo que nos diferencia a los humanos de los otros animales (“bestias”).
   Al respecto, hoy en día numerosos intelectuales y artistas proponen un acercamiento al valor estético del gusto, que se reconozca el papel representativo y expresivo de la comida.
    En referencia al arte, algunas obras utilizan la comida en contextos sagrados o profanos que buscan estimular el apetito o reprimirlo. Podemos destacar que la comida ha ido pasando por el arte desde su función como modelo (bodegones) hasta su función como material compositivo, y aquí entramos ya en el siglo XX, en el que podemos englobar este tipo de corrientes como “EAT ART”.
    Con el Eat Art el gusto como placer pasa a ser un sentido resaltado, con múltiples obras que nos remiten a un banquete, o incluso que nos pueden hacer salivar. Se trata de un arte en el que además de la vista, intervienen el olfato y el gusto, ya sea por hechos experienciales o por evocaciones sensoriales. Daniel Spoerri con su “Palindromic Dinner” o “Cuadro- trampa”, usaba desechos y alimentos por sus cualidades bien cromáticas o bien referenciales y ponía de manifiesto el brusco cambio que el ritual de la comida había experimentado con el nacimiento de la sociedad de consumo. Ferrán Adriá propuso una exposición: “De la naturaleza muerta a Ferrán Adriá”, donde no solo se contemplaba el valor gastronómico propiamente, sino también compositivo, evocacional, estético. Obras de artistas como Arman, Joan Brossa, Piero Manzoni o Spoerri, se incluían como “Eat Art”.

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