EVOCACIÓN Y ESTADOS DE ÁNIMO

Rafael Roda Rosell


EVOCACIONES OLFATIVAS

Existen estudios que dicen que lo primero que sentimos al nacer son los olores. Si con el tiempo pasan a un segundo lugar tiene que ver con que las partes del cerebro implicadas en el uso del lenguaje tienen pocos enlaces directos con el sistema olfativo.
El olor nos remite a reacciones instintivas, a experiencias y memorias pasadas pero no a razonamientos lógicos o ideas. El olfato es una fuente más de conocimiento y de relación con nuestro entorno. A pesar de que es de todos los sentidos el más primitivo es menos estudiado que la vista u oído. Para nosotros, según el predominio de uno u otro sentido, variará nuestra percepción del mundo por completo.
El comportamiento social de la mayoría de los animales está controlado por el olfato y otras señas químicas. El ser civilizados y humanos significa que nuestra vida no será guiada por nuestros olores. Nosotros ‘’vemos’’ el mundo por los ojos y oídos. No obstante, las madres pueden detectar a sus hijos por el olor y viceversa. También pueden evocarnos recuerdos y tiempos pasados.
El poder de evocación se debe a que los olores pasan directamente desde la nariz al sistema límbico (es decir, la zona del cerebro donde se encuentran las emociones más primarias), no pasan por el córtex, que es la zona más racional. La corteza olfativa conecta directamente con el hipotálamo que conecta con la sexualidad y la conducta maternal.
Los aromas tienen un alto poder sugestivo. En nuestra evolución como especie, tenemos un patrimonio filogénico por el que estamos preparados para responder con determinados comportamientos o respuestas físicas antes estímulos concretos (como ponerse alerta al sentir humo).
Pero como individuos tenemos también una memoria olfativa que se forma entre los primeros meses de vida y los siete años aproximadamente. De esto la importancia de que un niño pueda estar en contacto con la naturaleza y sus ricos ambientes. Ya que es entonces cuando comienza a crear los recuerdos para el futuro. La biblioteca de olores que se consolida en esta etapa será la referencia para el resto de nuestra vida. Los olores son la tendencia más instintiva al rechazo o la aceptación, y cuanto más antiguo sea el recuerdo olfativo, más profunda será la emoción que se despierte.
Debido a su pase directo al sistema límbico, el olfato se convierte en el sentido más primario y animal estando muy cerca de las emociones y estableciendo, sin ser conscientes, relaciones que quedarán marcadas para siempre en nosotros. Debido a que nuestro cuerpo produce endorfinas cuando el sentido del olfato es estimulado por aromas agradables, los olores tienen un gran impacto inconsciente en nuestro estado de ánimo y en los recuerdos.

Ser civilizados y humanos significa, por un lado, que nuestras vidas no están guiadas por nuestros olores. El comportamiento social de la mayoría de los animales está controlado por los olores y otras señales químicas. Los perros y los ratones dependen de los olores para localizar su comida, para reconocer caminos y territorios, para identificar parientes, para encontrar una compañera receptiva. Los insectos sociales, tales como las hormigas, envían y reciben intrincadas señales químicas que les indican, con precisión, hacia dónde dirigirse y cómo comportarse durante todos los momentos del día.

Pero los humanos "ven" al mundo fundamentalmente por medio de los ojos y de los oídos. No le prestamos atención al sentido del olor, y a menudo suprimimos la consciencia sobre lo que nos dice la nariz. A muchos de nosotros nos han enseñado que hay algo vergonzoso acerca de los olores.
Los olores que nos rodean afectan nuestra comodidad, a lo largo de nuestras vidas.
Los olores conservan, también, un poder extraño para afectarnos. Una bocanada de tabaco de una pipa, un determinado perfume o una fragancia olvidada por mucho tiempo, pueden evocar instantáneamente escenas y emociones del pasado. Muchos escritores y artistas se han maravillado ante la calidad persistente de tales memorias.

Como el novelista francés Marcel Proust  en “En busca del tiempo perdido”. Proust se refería tanto al sabor como al olor; y hacía bien en hacerlo, porque la mayor parte del sabor de los alimentos proviene de su aroma, que va flotando hacia arriba por las fosas nasales hasta alcanzar las células presentes en la nariz, y también llega a estas células, a través de un corredor que se encuentra en la parte trasera de la boca. Nuestros botones gustativos sólo nos proporcionan cuatro sensaciones claras: dulce, salado, agrio y amargo. Los otros sabores provienen del olfato, y cuando la nariz es bloqueada por un resfriado, la mayoría de los alimentos parecen suaves o insípidos.

Tanto el olor como el sabor requieren que incorporemos (inhalando o tragando) las substancias químicas que realmente se unen a los receptores presentes en nuestras células sensoriales. En etapas tempranas en la evolución, los dos sentidos tuvieron el mismo precursor, un sentido químico común, que le posibilitó a las bacterias y a otro tipo de organismos unicelulares, localizar los alimentos o estar prevenidos de substancias perjudiciales. Cómo percibimos tales substancias químicas como si fueran olores es un misterio que, hasta hace poco, derrotaba a la mayoría de las tentativas para resolverlo.
Los científicos se han preguntado por mucho tiempo cómo logramos recordar los olores a pesar de que cada neurona olfatoria sólo sobrevive aproximadamente 60 días, siendo reemplazada por una célula nueva. En la mayor parte del cuerpo, las neuronas mueren sin ningún sucesor. Pero a medida que las neuronas olfatorias mueren, una capa de células troncales ubicadas debajo de ellas, generan constantemente nuevas neuronas olfatorias para mantener un suministro constante.
El misterio es, ¿cómo logramos recordar los olores cuando estas neuronas se están reciclando constantemente y el nuevo lote tiene que formar sinapsis nuevas? Ahora sabemos la respuesta: las memorias sobreviven porque los axones de las neuronas que expresan el mismo receptor siempre van al mismo lugar.
Con el protagonismo actual de las marcas, que hoy en día ya se han convertido en valores por encima de la calidad real del producto que representan, utilizan el olor para crear odotipos con el fin de crear imágenes olfativas exclusivas y características que refuercen la identidad de las propias marcas. Si tenemos y reconocemos un aroma propio de nuestra casa, también se puede tener de un local de venta o servicios.

Si nos esforzamos por prestar más atención a nuestro sentido más primario, añadiremos más conocimiento a nuestra percepción sensorial global.

No hay comentarios:

Publicar un comentario